lunes, 3 de mayo de 2010

El sistema sanitario

Por muy sugerente que sea el título y aunque el tema pueda dar para largo, no va a tratar de váteres (retretes) la entrada de hoy, sino del sistema holandés de salud.

Porque el que suscribe estas líneas (para los de la LOGSE, yo), hace siete días se encontraba a 40°C cuando la temperatura ambiente era de 20°C. Efectivamente, tenía fiebre. La causa: infección de garganta (ahórrate los chistes).

Con lo cual, y a falta de algo mejor que hacer, decidí dejarme caer por el centro médico más cercano. Bueno, quizás no el más cercano, pero sí relativamente próximo. Y bueno, quizás centro médico es una exageración comparado con lo que un español, acostumbrado a los ambulatorios centros de salud de la seguridad social, entendería por esas palabras. "Y da gracias", habría que decir. Me propongo aquí explicar mis turbados pensamientos comparativos.

En los Países Bajos de Su Majestad, todo hijo de vecino tiene que tener seguro médico privado. Sí, se pagan impuestos y se paga seguridad social, pero tienes que tener seguro privado obligatoriamente. El mínimo viene a costar alrededor de 100€ al mes. Para que no ocurra como en EE.UU., sin embargo, tú eliges la compañía que quieres que te asegure y ese mínimo de cobertura no hay posibilidad alguna de que dicha compañía te lo deniegue. ¿Quién decide qué incluye ese mínimo? Creo que el gobierno. Y el precio (¿máximo?) de ese mínimo, también. Luego, por supuesto, cada compañía aseguradora ofrece paquetes que incluyen más o menos cosas y ahí te venden la moto entra a funcionar el (libre) juego de la oferta y la demanda; normalmente pagando más, el seguro cubre más. Hasta aquí todo razonable, desde mi punto de vista. Aunque no deja de ser comerciar con la salud.

Sin embargo, con el médico (sí, la persona física que posee estudios y pilota del tema de curarte) ya no te viene a ser lo mismo. En algún punto, todos los galenos en activo tienen que pertenecer a lo que yo he venido a entender como un equivalente al colegio de médicos en España. Cada médico monta su consulta y atiende donde le viene bien (como si fuese un dentista, oftalmólogo, otorrinolaringólogo... de los que pagas aparte en España). Para poder acudir a él, existe la restricción de que tiene que estar cerca de donde tú vives (alguien me ha hablado de "a un máximo de 10 minutos de tu casa"). Si eres ingenuo como yo, pensarás entonces que tendrás uno delante de tu puerta y que tomarás café con él en el bar de tu barrio. Si eres holandés sabrás que hay una falta vergonzosa de facultativos en tu país, que su media de edad no está cerca de la juventud y que su praxis deja bastante que desear. Pero no quiero adelantarme.

El caso es que tú, (buen) ciudadano de a pie, colaborador con el sistema, cuando encuentres un rato en tu (ocupada) vida (recuerda que los holandeses planifican cada pedo que se tiran segundo de su tiempo), debes buscar en las páginas amarillas por la letra h de huisarts (efectivamente, ¡el artista de la casa! (nah, es coña, que artista es kunstenaar)), la lista de médicos cercanos a tu morada (este procedimiento no es broma; es la recomendación que recibí en el Ayuntamiento y en el banco). Una vez compilada tu lista (tampoco te creas que vas a llenar un rollo de papel higiénico), te aclaras la voz, pones carita de pena y llamas para concertar cita con ellos para solicitar vasallaje que tengan la (misericordiosa) bondad de aceptarte como paciente. Da por hecho que no vas a hablar con él en persona, sino con su estresada secretaria. Y "malo será" que alguno no te quiera. Y si resulta que "malo es", pues te jodes tienes que buscar la vida (de nuevo, esto no es broma; conozco gente sin médico por haber sido rechazada). La razón para el rechazo puede variar, desde que "el plazo de inscripción está cerrado" hasta "es que nosotros ese código postal no lo trabajamos" (como si fuera un Telepizza, o una casa de citas, oiga).

Como decía, el procedimiento aplica cuando tienes tiempo y te dedicas al tema en profundidad. En mi caso, que no tenía planeado necesitar socorro próximamente, había dejado de lado esta faceta de mi vida y me encontraba con 40°C y sin médico asignado. En mis delirios estaba yo planteando la estrategia, incluso de acudir a la policía a denunciar denegación de auxilio en caso de que me rechazaran... pero eso debía ser de la fiebre (yo siempre positifo).

De todas formas, tener médico tampoco es la salvación suprema de tu alma. Conocía los relatos de nativos y extranjeros sobre que, en general, cuando llamas para solicitar consulta, te atiende su secretaria enfermera, te pregunta los síntomas y te diagnostica ella por teléfono y es ella misma la que decide en toda su grandeza si te pasas por consulta o te llega con que te administres N pastillas de paracetamol cada X horas; atendiendo a tu edad y lo generosa que esté la muchacha ese día.  Y punto en boca. ¡Y pobre de ti que necesites antibióticos!

Estas y otras lindezas me rondaban a mí por la cabeza (no pegué ojo en toda la noche así que había tenido tiempo y tiempo para madurarlas, cocinarlas y atormentarme profundamente con ellas). Eran las 7:45h de la mañana cuando me presenté directamente en la consulta del médico que encontró en internet mi compañero de casa (su médico está más cerca, pero de vacaciones por aquellos días), considerando que empezaban "la ronda" a las 08:00h.

Las dependencias las comparten 3 médicos de nombres y apellidos a cuál más fáciles de leer/pronunciar (y más mientras uno delira) y se reparten una construcción pequeña de una planta con un jardín de infancia (total, si los niños se intercambian los juguetes babados, podrán aceptar también los virus de todo el pueblo barrio). Tanto es así que la sala de espera cuenta con un nutrido set de entretenimiento infantil a base de cubos y material de construcción diverso, que supongo que, cuando se les va acabando el stock, se lo pedirán prestado mutuamente ambos negocios. Pero a lo que iba, que estaba yo allí con cara de muerto, mientras a la mujer no le entraba en la cabeza que alguien hubiera ido allí en pleno siglo XXI sin cita previa, sin médico y sin dignidad a que lo viera un médico. No te creas que se quedó con las ganas de explicarme que debería haber llamado antes de ir, dado que toda la gente que estaba en la sala de espera tenía su turno y que de toda la vida había que respetar esa condición. Así se lo había aprendido ella y así lo iba a aplicar. Todo eso, teniendo en cuenta que la puerta para llamar a los pacientes no paraba de abrirse y cerrarse constantemente, para hacer entrar y salir a los "pacientes" de unas consultas que debían durar 3 minutos y que dichos clientes parecían estar más sanos que los bebés de la puerta de enfrente.

Cuando por fin pudo hacerme un poco de caso (a eso de las 08:00h), la enfermera me pidió que aguardara sentado mientras indagaba si alguno de los 3 médicos de la praktijk podría acogerme en su seno. Así hasta que al cabo de una hora me instó a que pasara a su oficina, me preguntó mi código postal y me pidió que le describiera mis síntomas. Meditó. Hizo una mueca con la boca y pareció pensar algo. Volvió a explicarme que había que pedir cita telefónica y que el sistema holandés de salud exige que, cuando uno está bien, busque médico, etc. etc. etc. para, finalmente, inquirir a bocajarro cuánto tiempo llevo en el país. Quédate con el detalle: ni nombre, ni edad, ni qué tal me encontraba...

Luego se le cayó un papel de notas con publicidad de una panadería que yo le recogí del suelo, me apuntó la hora 15:20h en él y me lo entregó junto con un formulario de inscripción para el doctor A (no voy a desvelar su nombre para no comprometerlo, encima de que me hizo "el favor"). ¡Tenía cita!
—Gracias maja— y me piré a comprar sopitas en el súper para tener algo que comer.

A las 15:15h me presenté, rendido, en la sala de espera con el papeleo cubierto y la tarjeta del seguro. La mujer me indicó amablemente que aguardara en la sala de espera mientras pasaba los datos al ordenador y al poco me llamó el médico por mi segundo apellido. ¿¡Qué narices le pasa a esta gente que no saben usar los nombres de pila!? No le di mucha importancia al formalismo, pero sí se lo di al hecho de que el hombre, de unos 50 años, me tendiera la mano amablemente como si estuviéramos en una reunión de negocios. ¡Sabe Dios lo que tendrá acumulado al cabo del día si a todo enfermo que pasa por allí le da la mano con esa alegría! No pude retirarle la mía así que allí sellamos nuestro vínculo médico-paciente, supongo. Debe de ser su método para infundir confianza...

Luego, sin guantes ni nada y por las bravas, me auscultó, me toqueteó el cuello y me miró la garganta introduciéndome por la boca un palo plano para sujetarme la lengua hasta el estómago. Para comprobar la fiebre, en último lugar, un termómetro por el oído que le marcó 39°C. El diagnóstico: "tienes la garganta roja y ciertas densidades en los laterales del cuello". El tratamiento: "una pastilla al día durante 3 días, de un antibiótico suave" y, para la fiebre, paracetamol.
—¿Cuánto?
—Al gusto.
Y por si en dos días no me bajaba la fiebre, me llevé en el pack un volante para ir al laboratorio a que me hicieran análisis/cultivos/algo.
—¿Y qué más?
—Te pasas por la apotheek (farmacia) a que te den el antibiótico.
Roger, roger.

La apoteca es como la carnicería: entras, pillas número y te sientas a esperar. Allí, como era la primera vez que iba, me pidieron también la tarjeta del seguro y me inscribieron. Luego previa presentación del papelote tamaño A6 mal hecho con letra ilegible de la receta que me había dado mi médico, me dispensaron los antibióticos, 5 folios personalizados con mi nombre detallando las instrucciones en perfecto holandés sobre esos antibióticos (no te confundas, que el prospecto va dentro de la caja igualmente), 3 pegatinas con mi nombre (de las que 2 fueron a la receta y otra la pegó en la caja del antibiótico), más el paracetamol genérico que le pedí yo por mi cuenta y riesgo. Total: pagué 1€ y pico por las 30 pastillas de paracetamol y asumo que el resto lo pagará el seguro. Y ni siquiera tengo eso muy claro porque mi nombre y primer apellido están mal escritos... (¿tan difícil será leer la tarjeta impresa con letra sin serifa del seguro?)

Pero en fin, que fue una odisea. Que no conozco nada del sistema y todo me parece exorbitantemente extraño, farragoso y mercantilista. Afortunadamente todo salió "bien": la fiebre me bajó drásticamente esa misma noche, no necesité ir al laboratorio y al tercer día resucité ya pude ir a trabajar aunque hablando poquito y sin forzar.

Solo añadiré que, viviendo en el país que ocupa el sexto lugar del mundo en cuanto a Índice de Desarrollo Humano (según datos de 2006 publicados en 2008), jamás podría llegar a pensar que me vería tan desamparado. Porque, si a estas alturas te estás planteando que debería haber acudido a urgencias... ¡mejor no te explico lo que me han contado!

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