lunes, 27 de julio de 2009

La comida

Honestamente, cuando decidí que venía aquí, me esperaba una comida igual o peor que la de Inglaterra. Pero he de decir que me he llevado una grata sorpresa. No solo no se come particularmente mal, sino que hay gran variedad de todo tipo de comidas: regionales, internacionales, sectoriales... Además, en el supermercado hay de todo: cereales, lácteos, fruta, verdura, mermeladas, conservas de verduras y pescado, carne y pescado frescos (aunque empaquetados) en bandejas, galletas... Algunas cosas incluso son más baratas que en España.

Lo que más me extrañó, por otra parte, fueron los horarios. Aquí al mediodía hay que comer. El mediodía son las 12:00 P.M. y a esa hora se llena la cantina (ellos lo llaman canteen, en inglés). Afortunadamente, está abierta hasta las 13:30h, así que yo suelo intentar ir más hacia las 13:00 que hacia las 12:00h y así mantengo un poco los horarios. Porque los primeros días bajaba con el primer turno de comidas y tenía que empujar la comida para abajo...

Como ya he dicho alguna vez, la cena es a las 17:00h. Curiosamente, los holandeses cenan con bastante contundencia, mientras que al mediodía se toman una sopita hirviente (independientemente del calor en vigor) y un par de rebanadas de pan de molde (alternativamente, un bollo) donde untan cualquier cosa: mantequilla, bechamel, pasta de pescado, salsa de algún sobre...

Sin embargo, me cuentan que, en general, desayunan muy poco; ni siquiera sabría concretar qué.

En general, he encontrado varias cosas que destacan en este país a la hora de la comida:
  1. Todo es cuestión de salsa. Da igual qué es lo que haya debajo de ella, pero todo debe llevar una. Lo que más me extraña es que no cocinan cosas "en su salsa", sino que abren el bote que tengan más a mano y lo vierten en el plato. El súmmum es mezclar varias.
  2. Las frituras se llevan la palma. En las calles puedes encontrarte puestos de perritos calientes, de refrescos, freidurías... Incluso, en las pocas pescaderías que he visto (en realidad solo he conseguido encontrar una), tienen una sección de pescado frito, donde te lo sirven listo para comer al momento, o alguna receta elaborada... junto con sus salsas, claro.
  3. Krokketten (como las croquetas pero más alargadas y con el pan rallado más gordo) es la comida por excelencia. Y si a eso le unes patatas fritas (¿he dicho ya que les gusta todo frito?), tienes el menú de una persona en las diferentes comidas del día.
  4. Broodjes, o mini bocadillos de cualquier cosa. Estos suelen llevar lechuga y huevo cocido, más lo que toque. Los puedes encontrar en panaderías, puestos específicos... y quioscos; algunos se toman calentitos.
  5. Los holandeses se precian de ser los que más patatas fritas toman. Si no fuera porque eso ya me lo han dicho también en Portugal y en Grecia, igual me lo creía. En España tamppoco andamos mal de eso. Lo incluyo solo para que conste
  6. El café es el opio de este pueblo. Da igual la hora, da igual el lugar, da igual el entorno... ¡siempre hay alguien tomando café! Algunos toman té... los miran como bichos raros
  7. Y en cuanto a los dulces, aquí a la gente le gustan los stroopwafels. Son una especie de galletas que se compran en el súper, compuestas por dos barquillos que emparedan una capa pegajosa de sirope de arce (creo). He probado dos marcas y he de reconocer que están ricos y me los raciono a razón de uno cada tarde
¤ ¤ ¤

Si hoy hablo de comida, es porque ¡he acabado hasta los webs de tanta fritanga y tanta rebocina! Quise dármelas de holandés y copiarlos un poco, así que elegí el único plato que había con pescado hoy en la cantina, que eran mejillones rebozados y fritos ¿habrase visto? ¿¡quién narices se pone a rebozar mejillones uno a uno...!? En fin... había que acompañarlos con algo, así que les eché por encima una salsa que solo sé que llevaba mostaza. Y pillé un plato de patatas fritas. Además, para rematar, pillé una krokkette de esas típicas y la salsa que le echaba todo el mundo por encima... ¡que no dejaba de ser mostaza! Era más carne que bechamel, dentro de una capa gordísima pero frágil de pan rallado. Y frita, claro. Total, que me costó bastante acabarlo todo porque eso llena mogollón... y eran las 12:30h. Así que hoy, que tengo unas pechugas de pollo que pensaba cenar, voy a pasar de freírlas y a ver si mañana me apetecen más.

Por cierto, si se te ocurre una receta alternativa para las pechugas (que no implique freírlas), estoy abierto a sugerencias. Déjamela en los comentarios.

viernes, 24 de julio de 2009

Burocracia (2)

Una vez arreglado todo lo anterior, me faltaba por conseguir lo siguiente:
  1. móvil
  2. seguro médico
  3. registro en el Consulado
Sobre el móvil, puedes ver lo que pasó en una entrada anterior. Yo considero que no me fue mal, tampoco.

El Consulado de España fue totalmente diferente. También divertido, pero a la española :-D. Para empezar, lo normal es que los consulados, embajadas y demás estén relativamente cerca unos de otros en la ciudad (he de decir que no sé si ocurre esto en Ámsterdam, pero sí que es genérico en otras ciudades). Pero Spain is different y en Ámsterdam el Consulado se encuentra en un barrio no muy conocido, en un edificio antiguo, en una calle de integridad cuestionable. Por eso, decidí equiparme con lo mejor del mercado y busqué la dirección de correo electrónico. Sorprendentemente, fue fácil, sencillo y para toda la familia, de forma que, en media hora, me habían respondido y me habían dicho el horario de apertura y qué necesitaba presentar. ¿Se les habría pegado algo de Holanda a los funcionarios, después de todo?

En estas andaba yo, tratando de organizar la excursión al consulado:
  • fotos de carnet: pregunté a un compañero de curro y me mandó al Ayuntamiento; allí hay un fotomatón. Fui al día siguiente, al salir de trabajar.
  • pasaporte: lo llevo encima siempre
  • justificante de residencia: proponían contrato de trabajo, pero decidí improvisar y llevé también el padrón, no fuera a ser...
  • pedir horas en el trabajo: como el consulado solo abre de 9:00h a 14:00h, necesariamente tenía que pedir horas; después de seguir el procedimiento oportuno, también tenía permiso
Así que, después de planificar el viaje mediante la web de transporte público holandés (muy buenos, tanto la web como el transporte), hice el recorrido casa - plaza Leidseplein - Consulado. Solo necesité 1 autobús y 2 tranvías. Vamos, lo que viene a ser "estar a tiro de piedra", ¿no? Esto fue este miércoles.

Según llegué, la puerta, grande, de madera bastante cascada, cerrada a cal y canto. Al acercarme vi un "cartel" pequeño, hecho con un cartón sobre el que escribieron con boli bic negro, forrado con cinta adhesiva transparente para soportar las inclemencias. Rezaba "para entrar, empuje" y asumo que ponía lo mismo en holandés. No pude evitar una carcajada. Era volver a casa... Por cierto, ese mismo cartel, colocado estratégicamente en la cerradura, impedía que el cerrojo de la puerta hiciera su trabajo (tapando el agujero en el marco), manteniendo así abierta la entrada. Ingenioso, ¿eh?

Haciendo caso a la indicación, empujé, volví a colocar el cartelito como estaba, y me tuve que detener de nuevo. Un recibidor en el que el pie de Pau Gasol no cabe de ancho, te obligaba a iniciar instantáneamente el ascenso de 4 peldaños "protegidos" por un arco detector de metales que, según pasé con todo mi arsenal, se puso a pitar. Pero eso, que me paré ante el barullo. Como nadie salía a detenerme y/o registrarme y pude ver a través de un cristal que había un hombre al otro lado moviendo los labios, mirándome, que a la vez pasaba olímpicamente de mí, decidí invadir su despacho. Casualmente, era la recepción. Como estaba el hombre solo, le pregunté dónde podía inscribirme. Levantó la mano con la palma hacia abajo y la sacudió, sin mirarme, mientras pronunciaba algo en holandés para pedirme silencio y que esperara; estaba al teléfono. Seguía mirando a las escaleras. ¡Que ya no estoy allí, que estoy aquí! Pues nada, allí me quedé mirando al techo, al suelo, a los posters con fotos de... ¡Galicia! Todo de madera, todo antiguo (por no decir viejo). ¡Qué paciencia! Otro cartel, escrito en perfecto castellano, decía algo así como "Baño: solo para casos de extrema urgencia. Niños siempre acompañados por un adulto. Adultos, permanecerán el menor tiempo posible". Pedían comprensión ante esta medida, debido a cuestiones de seguridad. Allí el tiempo no pasaba y aquel señor seguía al teléfono. Al rato salió otro hombre de la "trastienda" y me preguntó lo que quería. ¿¡Será posible!?

Tras indicarme el camino hacia el sótano por unas escaleras, me encontré en una habitación forrada de mármol blanco (añadiré que oscurecido por el paso del tiempo... o la mugre) en cuyo centro una mesa de reuniones, múltiples sillas y un trío de personas conformaban todo el ambiente. A la izquierda, 3 ventanillas (no describiré los carteles hechos años ha con impresoras matriciales), de las que solo una parecía abierta, estaban custodiadas por un funcionario sin expresión en la cara, que decidió irse a su propia trastienda según entré y que no decidió atenderme hasta pasado otro largo rato. Muy amablemente y con 4 palabras, me entregó una tarjeta verde y una fotocopia de una fotocopia de una fotocopia... de un formulario. Asumí que debería rellenar ambos y entregárselos. Añadió que debía presentar lo que me habían anticipado por e-mail, más el DNI. Menos mal que siempre lo llevo encima. Como era de esperar, rellenar los datos no fue para nada fácil. Había que interpretar los encabezados, había que meter varios datos diferentes en un mismo campo... me costaba discernir entre lo que se refería a España y lo que se refería a Holanda... pero creo que lo hice bien. Al menos, cuando entregué todo, el hombre le echó una mirada (asumí que debía de leer muy rápido) y dio su aprobación.

Intenté expresarle mis sentimientos de culpabilidad por no haber llevado fotocopias de los documentos que me pedía ni las 2 fotos recortadas, pero, sorprendentemente, el señor se mostró muy servicial y sorprendido a un tiempo, diciéndome que ya las recortaría él y que ya hacía las fotocopias en ese momento. Pensé en echarme a llorar de la emoción. ¿Seguían pegándoseles las buenas cosas de los funcionarios holandeses? Cuando me devolvió mi pasaporte, mi DNI y mi certificado de empadronamiento (efectivamente, él dijo que usar eso era más fácil que el contrato de trabajo que me habían pedido por e-mail) me quedé esperando. Ante la perplejidad del funcionario decidí atajar la situación con un "¿no me va a dar un justificante de que he venido a hacer el trámite?". Respuesta: "No, ya nos encargamos nosotros". Mi mueca de dolor debió de ser un poema. Agaché las orejas y me fui. ¡Y yo que pensaba que iban a hacer las cosas bien...!

Y nada, supongo que estaré censado o algo. ¿Debo esperar una carta? ¿O a que venga el rey de visita a este país y así organicen un sarao y vea si me llega la invitación? ¿O a las próximas elecciones?

Pero bueno, en cuanto volví al trabajo, decidí atajar de una vez lo del seguro médico. Había enviado, hacía una semana, mi solicitud por correo tradicional a la aseguradora que tiene convenio con mi empresa. Como no había recibido respuesta, llamé al número de teléfono de información y me dijeron que no la habían recibido. Mala espina... Pregunté por un método alternativo para asegurarme y me dieron una dirección de e-mail. Aparentemente les llegó porque recibí una respuesta automática. Pero a día de hoy, todavía no sé nada. Llamaré el lunes otra vez. Creo que esto va a resultar más tedioso.

En cualquier caso, 5 de 6 tampoco es una mala estadística, ¿no?

Por cierto, que aquí es habitual que la gente tenga seguros de responsabilidad civil, de forma que, si tú haces daño a algo de alguien y te piden indemnización, tengas ese gasto asegurado. Y eso también se lo contraté al banco por 3€ al mes.

jueves, 23 de julio de 2009

Burocracia (1)

Estos días estoy intentando terminar de cumplir con todos los trámites burocráticos y lo cierto es que no se me están dando particularmente mal. ¿O será que aquí todo es más fluido?

Todo comenzó el día 30 de junio de 2009. Puesto que entraba a trabajar al día siguiente, necesitaba completar los trámites básicos ese mismo día (el 30); básicamente:
  1. empadronamiento
  2. seguridad social
  3. cuenta bancaria
por supuesto, en ese orden, ya que son dependientes.

Armado con mi pasaporte, me presenté en el Ayuntamiento a las 8:30h. Flipante. Según entras, te encuentras en un espacio enorme, amplio, pintado de blanco y con iluminación de fondo... ¡He visto pubs más sobrios! Una barra mesa de información a la derecha, te permite solicitar número aunque, si sabes holandés, puedes hacer un par de clicks en una pantalla táctil y sacártelo tú mismo (vamos, como cuando tiras del rollo del "turno siguiente" en la carnicería). De frente, una mesa amplia rodeada de confortables sillas te permite sentarte allí a esperar tu turno, mientras lees alguna de las revistas que hay en unas cestas sobre ella o alguno de los diarios gratuitos que también abundan. Si la espera se te hace larga puedes tomarte un café, chocolate o té también por el morro. Una veintena de cabinas/mesas/despachos numerados ocupan la pared del fondo y en las pantallas informativas indicarán a cuál debes dirigirte cuando te toque el turno (no deja de ser una versión un poco sofisticada del "¿quién da la vez?").

Cuando me tocó, me dirigí a uno de esos despachitos y una funcionaria amable se dirigió a mí en inglés y me fue indicando todo lo que debía ir cubriendo. Me pidió el pasaporte y un certificado de nacimiento internacional y me temí que tendría que pirarme sin poder hacer nada. ¿Qué narices es un certificado de nacimiento internacional? Después de que me explicara que en la Unión Europea, ahora, expiden certificados de nacimiento con los nombres de los campos en diferentes idiomas (esto es, que pone "Apellido / Surname..."), me seguí viendo en la más absoluta de las miserias. Debió de advertirlo porque me dijo al instante que no pasaba nada, que ya se lo llevaría. ¿¡Qué!? ¿¡Se pueden completar los trámites sin llevar todos los papeles que el funcionario de turno necesite!? Bueno, pues aparentemente sí. Ya estaba empadronado. Ella hizo la fotocopia del pasaporte, yo eché una firmita y me dio un recibo diciendo que había estado allí. En unos días me llegaría a casa una carta acreditando mi empadronamiento e indicándome mi número de la Seguridad Social. ¿Qué, ya tenía también Seguridad Social? Así era, todo hecho.

Recuperándome de la emoción, me dirigí a buscar un banco. Para eso me planté en el Staadshart o zona central, llena de tiendas, bares y bancos y me dirigí a ABN Amro. Eran las 9:05 y aún tuve que esperar hasta las 9:30h a que abrieran. Sí, efectivamente, aquí las cosas no abren antes que en España. A cambio, están abiertos ininterrumpidamente hasta las 17:30h. Pero eso, que entré y una dependienta, tratándome de usted, me invitó a un café, chocolate o té; tras mi negativa, me preguntó a qué había ido hasta allí y el resto fue coser y canta. En su despacho, le recordé su ofrecimiento de algo para beber y le pedí agua (es que tanto café iba a acabar conmigo). Con una sonrisa de oreja a oreja se levantó, fue a por un vaso de cristal y me trajo con toda su amabilidad el encargo. Luego seguimos negociando. Le tuve que presentar el pasaporte y el resguardo del Ayuntamiento, pero me fui con mi nueva cuenta. Por cierto, todos los papeles en holandés; a saber qué firmé. De momento, la tarjeta funciona. Sin embargo, como todavía no tenía el Burgerservicenummer (o BSN, que no es el número de la cuenta de la hamburguesería, sino cómo llaman aquí al número de la Seguridad Social), quedé en pasar por allí de nuevo una vez lo recibiera. De nuevo, todo completado aquí.

El problema era qué hacer hasta las 14:00h, cuando había quedado con los de Recursos Humanos para ir a firmar el contrato y llevarles estos datos. No me apetecía volver a casa, así que me puse a callejear. Me perdí, me reencontré y acabé yendo a casa igualmente. A las 14:00h firmé lo que había que firmar, a falta del BSN de nuevo.

Durante 15 días no paré de recibir cartas y más cartas de la empresa, del Ayuntamiento y del banco. Aún tuve que hacer otra ronda para llevar el certificado de nacimiento al Ayuntamiento, el BSN al banco y a la empresa, pero resumiendo, en menos de 2 semanas, tenía "todo" completado.

martes, 21 de julio de 2009

Tilburg y el viaje

Si el domingo hablé del tren, hoy hablaré del fin de semana; de lo que vi.

Ámsterdam está en la provincia de Holanda Septentrional (Noord-Holland) y Tilburgo en Brabante Septentrional (Noord-Brabant). Puedes ver el mapa. Y aunque todo es muy verde en ambas, hay una clara diferencia: no hay tantos canales, embalses, etc. en el Tilburgo como en Ámsterdam. Eso es una diferencia significativa. Por lo demás, las señales son consistentes en ambas ciudades, los carriles bici son iguales, etc. Si no fuera por la hora y pico de viaje, se diría que estás en la misma ciudad.

Aparentemente, Tilburgo es conocida por su universidad. De hecho, la cantidad de estudiantes que vive en ella afirma que es lo único que hay allí. Y, tal vez por la crisis, pude apreciar que hay muchas más casas en venta allí que en lo que conocía hasta ahora. ¿Será que la gente se muda a sitios mejores?

Como siempre, cuando voy a un sitio nuevo intento fijarme en los detalles, en cosas curiosas. Y a poco que te muevas por Tilburgo encuentras grandes bellezas.

Por ejemplo, no hace falta que te lleves el tablero de ajedrez al parque... ¡porque ya está incorporado en el banco! La pena es que los holandeses no lo disfrutarán demasiado porque ¡no están nunca en la calle!

O, como no tienen masas de agua corriente (siempre que veas agua en los Países Bajos estará estancada), intentan crear algo parecido a una fuente... Y como es la primera que he visto en este país, no he podido dejar de retratarla. Por cierto, que está en el campus universitario.

En el límite del campus se encuentra el bosque de Tilburgo. Es bastante grande, para estar en una ciudad relativamente pequeña y lo que llama la atención es que es de todo menos natural. Para empezar, el tren pasa por el medio, lo que le quita bastante paz. Además, está todo lleno de caminos, con rutas marcadas preparadas para que puedas hacer ejercicio de diferentes intensidades y longitudes. Hay aparatos para hacer gimnasia y...

¡Arte en pleno bosque! (mira las figuras de las fotos)





Por otra parte, a la valla que impide a los coches acceder al bosque no le veo yo mucha utilidad. Desde luego, en España no me sorprendería que, si siguiera en su sitio pasados los primeros días, los coches camparan a sus anchas por el parque.

La verdad es que, en el centro de la ciudad, poco hay que ver. Como no quería irme de allí sin fotos, hice una en la zona en que se concentraban varios edificios con más de 2 pisos.

Haciendo gala de su propio pragmatismo, algún holandés decidió que ir de picnic y hacerse los sandwiches en casa no le permitían disfrutar del campo todo lo que él querría. Por lo que se llevó la sandwichera al parque en sí, allí, al lado de una farola (donde podría enchufarla) y donde le quedaba a una altura cómoda, con vistas a un estanque con sus patitos y tal.

Cabe destacar que aquí también celebran "las fiestas del pueblo" y, en efecto, había una calle llena de barracas. Lo que más destacaba era la noria.

Desde el tren pude ver, también, el típico barco surcando los canales que atraviesan todo el país.

Y cuando entré en Ámsterdam, pasé por al lado de la sede del Ajax (el equipo de fútbol, no la fábrica de jabones).

domingo, 19 de julio de 2009

El tren a Tilburg

Este fin de semana he aceptado la invitación de un amigo para ir a visitarlo a Tilburgo (Tilburg, en versión original). Con ello, aparte de reencontrarme con él (con mi amigo), conocer una nueva ciudad y una nueva zona de los Países Bajos, he descubierto cómo funciona el ferrocarril en este país. Si me conoces un poco sabrás que el mundo del tren me fascina desde pequeño y que también es el medio de transporte que más me gusta, con diferencia. Por eso no he podido resistirme y hoy voy a comentar mis experiencias en él.


La compañía que lleva el servicio tiene el detalle de llamarse Nederlandse Spoorwegen. Pero afortunadamente, no hace falta saberse nada más que las iniciales, NS o ni eso, porque solo existe ella. Vamos, como nuestra RENFE. Además, su color es el amarillo, así que tampoco es difícil saber dónde tienen oficinas o máquinas expendedoras.

Inicié mi recorrido en la estación Amsterdam Zuid. Está en pleno centro financiero de Ámsterdam y decidí darme un garbeo por allí antes de coger uno de los posibles trenes que podían llevarme a mi destino. Ahí se concentran grandes compañías en enormes edificios de cristal, todos modernos, con grandes plazas, farolas y mobiliario urbano de diseño... así que esperaba encontrarme bastante gente aunque fuera fin de semana. Pero no.

Y la primera sorpresa del fin de semana surgió según llegué a la primera plaza. Había un par de estatuas a medio construir de dos leones que me recordaron a los que custodian la escalinata del Congreso de los Diputados en Madrid. Cuando me acerqué a ellos pude leer en el frontal de su pedestal, claramente, "Fundido con cañones tomados al enemigo en la Guerra de África en 1860". En el lateral ponía el nombre de la función y su ubicación: Sevilla.

Aunque me había mirado ya los recorridos, horarios y paradas a través de la web ns.nl, me fui hasta la ventanilla de información a comprar el billete y asegurarme de que los datos que llevaba iban bien. Resulta que puedes comprar un billete de fin de semana, que te permite moverte por cualquier tren entre las estaciones que elijas, en cualquier horario, entre el viernes y el domingo, así que eso te da mucha flexibilidad.

En cualquier caso, y volviendo al tren, tuve que utilizar dos tipos de tren que tienen aquí. El primero de ellos fue un Intercity. Los Intercity unen grandes poblaciones con una frecuencia de unos 4 trenes cada hora, parando solo en las estaciones más importantes. Los que cubren la línea Schiphol - Einhoven son de dos pisos, a los que se acceden por sendas escaleras desde la puerta del vagón. Tienen asientos individuales agrupados de 4 en 4. Además, cada vagón tiene una parte de 1ª clase y otra de 2ª separadas por una puerta de cristal, pero no aprecié diferencias entre ellas (efectivamente, yo iba en 2ª). La ida la hice en el piso de abajo porque había menos gente que en el de arriba. La vuelta fue en el de arriba y pude comprobar que se tambalea una barbaridad. En cualquier caso, es muy confortable.

En el transbordo que tuve que hacer en una estación de nombre impronunciable, 's Hertogenbosch, aproveché para comprarme un café en un quiosco que había en el andén. Allí podías echarle todos los condimentos que quisieras, que estaban en una mesa a la salida. No pude pensar en lo que durarían en España unas cajas llenas de azúcares de varios tipos, chocolate, etc. en una mesa al aire libre. El caso es que llegó el que tenía que esperar, que en este caso era de tipo Stoptrein, que en la web lo llaman "Local train". Este tipo de trenes parece más viejo que los Intercity y conecta poblaciones más pequeñas, parando en más estaciones. El que cogí en dirección a Breda tenía un único piso y los asientos eran más bien sofás con orejeras. ¡Pero qué gran detalle lo de las orejeras! En cuanto apoyé la cabeza en ellas me quedé adormilado de lo bien que la sujetan. El problema es que mi destino llegó en seguida y no pude aprovecharlas demasiado.

A simple vista, me pareció que el tren es un medio de transporte bastante importante en este país; tanto de personas como de mercancías. Hay cantidad de vías (siempre hay al menos dos en paralelo en cada trayecto, de forma que el tren que va en un sentido no tiene que esperar a que pase el que viene en sentido contrario, o viceversa), hay muchos cambios de agujas, en las estaciones que he visto siempre había hangares y vías muerta extra SIN hierba cubriendo los raíles... y todos los tramos tienen una catenaria electrificada, lo que indica que también apuestan por energías limpias. Además, en el camino me crucé con varios trenes que transportaban contenedores de los que suelen transportarse por barco, un tren de coches que iba vacío y un montón de trenes de pasajeros. Decididamente, me parecieron muchos trenes.

Además, las infraestructuras que vi también me llamaron la atención: puentes de mil formas sobre ríos, canales y carreteras, grandes y pequeños; estaciones llenas de vida, bien cuidadas, que no pude dejar de comparar con esas destartaladas casetas-apeadero que me vinieron a la memoria y que hoy en día se pueden ver en nuestro país, abandonadas, con un triste cartel a medio cubrir de musgo, anunciando el nombre de la población en que uno se encuentra; innumerables pasos a nivel con sus semáforos, señales, iluminaciones (en definitiva, bien balizados y operativos), tanto en encuentros con grandes carreteras como con caminos estrechos y sin asfaltar; vallas o muros protectores durante largos tramos del trazado a ambos lados de la vía con salidas de emergencia...

Resumiendo, todo un mundo bien cuidado y que ofrece un buen servicio; visto esto, cada vez me gusta más el tren. ¿Me entiendes?

miércoles, 15 de julio de 2009

La bicicleta

Llevo varios días preparando esta entrada, pero me está resultando complicado hilarlo todo, porque hay mucho que contar.


Para empezar: la bici es el medio de transporte de los holandeses. Punto. Los coches tienden a ceder el paso a las bicis en las intersecciones, los pasos de peatones a veces no son tan accesibles como los pasos de bicicletas, normalmente las sendas ciclables (o "carriles bici") llegan más allá que cualquier carretera o camino peatonal... Pero para eso estoy preparando otra entrada sobre la gestión del tráfico, que también tiene telita.

El caso es que cada holandés nace con una bicicleta entre las piernas y la maneja como tú puedes usar los cubiertos a la hora de comer. Lo mismo le da ir a trabajar, que a hacer la compra que a pasear al perro. Con ello, lo mismo le da llevar una cartera de mano llena de carpetas, un saco de patatas o la correa del can mientras va montado en ella. Y si llueve, se moja, como los demás.

El modelo estándar de bicicleta holandesa consiste en:
  • un armazón (cuadro) de diferentes formas pero que tiene que pesar mucho (si no, no les vale)
  • un manillar con las empuñaduras hacia el ciclista (como los cuernos de los toros, pero mirando hacia el que va montado en la bici)
  • dos ruedas delgadas pero relativamente lisas (salvando las distancias, las comparo con las ruedas de mountain bike, que son las que conozco)
  • dispositivo de bloqueo (candado) de la rueda trasera anclado al cuadro
  • cambio de 3 marchas para los piñones
  • timbre
  • dinámo + faro delantero + captafaros, indispensable

Todo esto puede variar, cambiarse y adaptarse. Además, aunque predominan los colores oscuros, cada uno se la pinta como quiere. Además, tienden a generalizarse los siguientes accesorios:
  • alforjas a lo John Wayne en la parrilla trasera
  • en su ausencia, gomas para fijar mercancías a la parrilla
  • pata de cabra (sí, ese palitroque que se baja y permite sostener la bici de pie)
  • cesta delantera (atada al manillar)
  • candado tradicional, aunque si vas a Ámsterdam, recomiendan que sea gordote)


Puedes hacerte una idea de cómo son, aparte de a través de las fotos que acompañan este post, pensando en las bicis de Verano Azul.

Para acabar, otra cuestión más. Veo muchas bicicletas que sobresalen entre las demás. Son blancas, con algún motivo en verde y naranja, sin barra superior en el cuadro, todas muy nuevecitas y me gustan mucho. Tal vez decida buscar y... ¿comprarme una como esas? El caso es que no las he visto en ninguna de las dos tiendas de bicicletas que conozco.

En cualquier caso, mientras me decido, me conformo con la que me ha prestado un compañero de trabajo. Es un gran detalle por su parte y nunca le agradeceré lo suficiente que me la haya prestado. Gracias a ella he podido visitar un montón de sitios, hacer recados rápidamente y recorrer en un suspiro distancias que, caminando, me llevarían horas. De hecho, ya he ido a visitar varios pueblos vecinos. Y sin que sirva de precedente, incluyo una foto en la que salgo yo.

martes, 14 de julio de 2009

Mi sitio de trabajo

En el trabajo otra cosa no habrá, pero aparatos con botones y cables... ¡todos los que quieras!


El primer día, según llegué, me llenaron la mesa de cajones de cartón. Aquella montaña de trastos ¡era para mí!

Mientras me encajaba los ojos de vuelta a sus órbitas, utilicé los conocimientos que adquirí entre Macgyver y Bricomanía, empleando una de mis llaves para desembalar los aparatos.

Y aquí el inventario:
  • Monitor de 24 20 pulgadas, con conectores VGA y DVI, resolución no me acuerdo y ha de ser bueno porque pesa una barbaridad (además, siempre acabo perdiendo el puntero del ratón en semejante ese espacio; y no te cuento lo que cansa atravesar la pantalla)

  • Docking station. Muy cómodo, porque así llevar y traer el portátil no requiere enchufar o desenchufar nada; basta con encajar su ranurita aquí y listo.

  • Soporte inclinado para el portátil. También de los buenos, que también pesa.

  • Candados Kensington. Permiten atar el portátil a la mesa (o adonde sea menester) para que no se lo lleve nadie.

  • Mochila con 1.000 bolsillos (bolsillo arriba, bolsillo abajo) para portátil, accesorios y tu casa. Es como un vórtice en el que, una vez metes las cosas, nunca más las encuentras.

  • Teléfono IP (similar a los de la serie 24)

  • Auriculares inalámbricos para el teléfono

  • Ratón

  • Teclado con distribución holandesa (aparte de tener las teclas mal colocadas, les falta la que a los españoles nos permite escribir los símbolos "mayor" y "menor", a la izquierda de la zeta)

  • Portátil temporal. Me dijeron que me dejaban este pero que me darían un propio en breve.

Y lo mejor: todo a estrenar.

En serio, llegar y encontrar todo eso le sube la moral a cualquiera. ¿Crees que falta algo? Igual aún puedo pedirlo... ;-)

sábado, 11 de julio de 2009

Comiendo en Ámsterdam

Hoy escribo desde una placita en Ámsterdam. Me he sentado a comer aquí. Es la segunda vez que vengo a la ciudad. Me gusta.

Pero las dos veces he venido en sábado, las dos veces hacía un tiempo razonablemente bueno y las dos veces en verano. Eso significa: turistas hasta en la bandera, calles intransitables y oigo más español que holandés. De hecho, me he quedado aquí porque, mientras pasaba, he visto cómo una pareja dejaba libre el sitio... para mí :-).

En este momento un tranvía casi se lleva por delante un mercedes de los clásicos que se ha metido en la vía. Los de aquí han exclamado ¡aaaaaaaaah! Yo sigo escribiendo. No puedo pensar qué escribir, escribir con una mano, comerme un sándwich con la otra y exclamar a la vez. ¡Sensación maravillosa, por otra parte!

Las bicis se amontonan en esta plaza (bueno, y en todas partes), que se llama Spui, debajo de los árboles. Las aceras apenas se distinguen de los carriles para bicis, la carretera y las vías de tranvía. No hay nada asfaltado, todo es empedrado, aunque unas zonas son rojas y otras grises. Según parece, aquí los peatones tienen la preferencia absoluta y lo invaden todo. La parte que dejan libre la ocupan los ciclistas. Los coches avanzan pasito a pasito. Y a todo esto, una mujer conduciendo un A3 con matrícula española (mujer y española tenía que ser...) ha decidido hacer un cambio de sentido de los que hacen época: colas de coches detrás y delante, colas de bicis, peatones aplaudiendo... ¡espero que nadie me vea escribiendo esto en español!

Desde mi terracita veo toda la plaza y todo este hervidero. Gente de todas partes, hacia todas partes; con prisa o sin ella. La misma mujer que empuja un carrito para niños múltiple (puedes llevar dos niños a la vez), lleva un perro de la correa. Pasan bici-taxis, autobuses turísticos, un supositorio monocasco (solo puede llevar una persona a la vez; mira la imagen), he oído un avión pasar, camiones, furgonetas... Sin embargo, no he visto ningún autobús ni ningún caballo (como en plazas aledañas). Y, por supuesto, tranvías tocando sus campanitas.

No he podido ver demasiado en Ámsterdam todavía, he estado en la estación Centraal, en la plaza Dam, he visitado el museo de Historia, he callejeado por las zonas comerciales que aparecen en rosita en el mapa... Como volveré en futuras ocasiones, ¿qué recomiendas que vea? ¿Quieres que saque fotos a algo? ¡Dímelo en los comentarios!

jueves, 9 de julio de 2009

El trabajo

Como sabrás, trabajo para una empresa que Hace Productos. Y después de una semana en ella, solo puedo decir que me gusta.

Para empezar, lo primero que vi es que tendría café, té, chocolate, tiritas... ilimitados y gratuitos. Sí, has leído bien, tiritas. Porque en un país moderno y civilizado, nunca sabrás cuándo te harán rozaduras los zapatos. Yo ya lo descubrí el segundo día y no me lo podía creer, al ver que me podía llevar, junto al café, la tirita.



De todas formas, todavía no puedo decir nada sobre lo que será mi trabajo, porque no estoy haciendo nada de eso. Me tienen en periodo de formación, con lo que me paso el día viendo vídeos (de ahí que necesitase los cascos que compré después del móvil) y mirando lo que hacen los veteranos, para aprender de ellos. De hecho, hoy mi jefe me dijo que no fuera tan rápido, que no podía acabarme todos los tutoriales antes del sábado...

La empresa es internacional, así que tengo compañeros de todas partes y allí se hablan mogollón de idiomas. Al margen de que el inglés es "lengua vehicular" y que el holandés es lo que todos regurgitan unos a otros, yo al cabo del día hablo castellano unas cuantas veces. También lo oigo a gente en mesas que están más alejadas, por aquí y por allá. Me sorprendió.

Sobre el ambiente de trabajo, es muy distendido aunque cada uno hace lo que tiene que hacer. Son bastante estrictos en ese sentido. No veo demasiada conciencia de equipo, pero tampoco hay tensiones. ¿Será que son así de fríos los holandeses? Y es que tampoco los veo fríos. Y es que tampoco son holandeses. ¡Ay!, ¿cómo explicarlo...?

Para que te hagas una idea: yo suelo hablar bastante con un par de italianos, charlamos de cualquier cosa, le buscamos la gracia y nos reímos a carcajada limpia... Y los demás, a veces, también se ríen, pero es como que se contienen más. Estoy aprendiendo una de tacos en italiano... ¡y qué bien suenan, oye!

Acabando, ya, añadiré que soy el más joven de mi equipo. Y me atrevería a decir que del edificio. Así que no creo que pueda ir de juerga con ellos. Pero a cambio tienen muchos trucos que contar y eso también es valioso. Mi jefe no es mayor, tampoco, aunque insisto en que no sé calcular la edad de los holandeses porque no sé en qué punto el pelo se les vuelve canoso o es su rubio platino natural.

En fin, un abrazo y hasta la próxima.

martes, 7 de julio de 2009

Mi teléfono... (esta vez sí)

A nada que seas un poco avispado habrás visto que en el título de la entrada de ayer mencionaba el teléfono... pero luego en el cuerpo no hablé de él.

En realidad es porque tenía el día de hoy planificado: levantarme temprano, llegar al curro temprano, para poder salir temprano y así salir por la tarde a tiempo para poder ir a comprar... ¡mi nuevo móvil holandés!

Resulta que aquí el teléfono va como las cosas en épocas antiguas: a granel. Tú dices: "Quiero n minutos" y ellos te lo pesan, te lo envuelven, le ponen un lacito y en base a ello te cobran un precio mensual. En realidad es más como un menú: "tenemos 50 minutos, 100 minutos, 150 minutos, 200 minutos... (continúa la serie tú, amigo lector)". Además, 1 SMS = 1 minuto. Con ello, cuando ya creía haberlo entendido todo, mi ego estaba por las nubes, ya me veía hablando sin parar y era feliz como una perdiz, ¡zas! en toda la boca. Y es que esto no vale para llamadas al extranjero, que se rigen por la tarifa de toda la vida: tanto hablas = tanto pagas. Que no es poco.

Un coñazo, vaya. Pero llegar a todo esto es, si cabe más divertido.

Aquí operan como 3 o 4 compañías populares; a saber, T-Mobile, Vodafone, KPN y alguna más. Tanto en T-Mobile como en KPN me pedían, así, porque ellos lo valen (en unos meses mis coñas de anuncios quedarán desfasadas) y porque no te soy aborigen de por aquí, unos 500€ de fianza. Uséase, que cuando hiciera el contrato tendría que dejarles la antedicha fianza y, cuando las circunstancias fueran propicias para proceder a darles la patada, gracias a su magnanimidad y gentileza características, me la devolverían y todos tan amigos, ¿eh?. Pero yo no me considero banquero ni concedo préstamos así por la cara, así que, sin siquiera comparar tarifas, me decidí por Vodafone, que solo me pedían identificación y dinero a cambio de servicio. Las cuentas claras, y el chocolate espeso.

Y por si todo esto no era suficiente, me puse a negociar. Al principio me dejé llevar por la amable dependienta holandesita de estatura media y amabilidad exquisita, hacia las tarifas centrales de la franja de su abultado catálogo en holandés. Y dije que todo me parecía fantástico y maravilloso. Y le pedí que me dijera qué móviles podía llevarme puestos a 0 euros la pieza. Y me enseñó las maquetas del expositor. Y los miré. Y los abrí. Y los retorcí. Y le dije que me dejara ver los de verdad, que tuvieran [característica aleatoria]. Y fue por ellos al almacén. Y me los trajo. Y me los desempaquetó. Y le dije que no iba a hablar tanto, que mejor me bajaba de gama.

No vi fuego en sus ojos, pero si a mi madre le ha hecho falta colonia hoy, razón aquí. Pero esto, finalmente, resultó en cierto beneficio en las condiciones finales. Porque mira tú, que de repente se acordó la muchacha de que podía ofrecerme los mismos 200 minutos al mes pero de forma que puedo mandar 2 SMS consumiendo un solo minuto, por la mitad de precio, y un móvil de gama un poco menor. ¡Tachán! Hechas. Y como no quería propagar el amargor al resto de mi familia, le señalé el Nokia 6500s que ya había visto antes, me lo trajo, activó la SIM y me fui corriendo a comprar unos auriculares para el curro... que ya os contaré. Pan comido, ¿no?

Por un día y, sin que sirva de precedente, noticias fresquitas y actividad reciente (hace menos de 3 horas que ocurrió todo esto). ¿Qué opinas de mi regate? ¿He sacado a relucir lo mala persona que soy?

lunes, 6 de julio de 2009

Mi casa... Teléfono...

Lo primero que me encontré al llegar a Holanda fue el aeropuerto de Schiphol. Es enorme y, cuando digo enorme, quiero decir que desde que bajé del avión hasta el lugar donde se recogen las maletas, tuve que caminar y caminar y caminar... Eso sí, cuando llegas a Compostela al lugar de recogida, las maletas ya están empezando a salir. Todo medido al milímetro. Y luego otra caminata importante para salir de la terminal.

Pero de lo que voy a hablar hoy, después del aeropuerto, es de lo segundo que conocí: mi morada.



Alquilo una habitación en una típica casa holandesa o, como dicen los lugareños, huis. Es una casita de planta baja + primera planta + ático. En la parte de abajo están la cocina y el salón. El salón ocupa la parte más amplia (como la mitad de la planta de la casa) y la cocina forma una protuberancia desde el salón, sin estar separados. También hay un aseo pequeñito y un mini recibidor. Sin duda, el espacio más amplio de la casa lo constituye el jardín, al que se accede desde el salón.

Ascendiendo el Annapurna Subiendo unas escaleras muy empinadas (pero MUY empinadas), se conquista llega a la primera planta. Ahí hay 2 habitaciones, un despacho y el baño. Coronando el Everest Subiendo otro tramo de escaleras (no puedo recalcar suficientemente que nunca he visto unas escaleras tan empinadas; ¡y encima son en curva!), se accede al ático. Casi todo el 2º piso lo ocupa una habitación grande. El resto es un desván y un hueco donde hay lavadora, secadora y tendedero.

Todavía estoy ocupando el despacho de la 1ª planta, aunque más adelante me mudaré a la habitación que dejará un inquilino actual. De momento tengo las maletas a medio desempaquetar (los trastos eléctricos ya están fuera, claro) hasta tener mi kamer. Tal vez algún día os hable de mis compañeros de huis.

Alrededor de la casa solo hay árboles, jardines, bicicletas y caminos para bicicletas. Bueno y pozas, lagos, charcas, canales y embalses donde habitan animales diversos, de todos los colores, entre los que el rey es el mosquito.

También hay tele en el salón.

Para terminar contaré un secreto: me inquieta que en el jardín de al lado exista una cama elástica, porque la frecuenta la niña más cotilla que conozco. Aprovecha las crestas en su M.A.S. para mirar lo que ocurre en mi cocina/salón/jardín. ¿A alguien se le ocurre alguna solución? Por cierto, un compañero de casa dice que a él la niña le parece tenebrosa.

domingo, 5 de julio de 2009

Primera entrada. El viaje

Querido diario...

No, no me convence ese formulismo. Utilizaré este blog para explicar aquellas cosas que me vayan ocurriendo en mi estancia en Holanda, lo que pueda resultar interesante, lo que me permita organizar las ideas... Así que, si te animas a entrar de vez en cuando, bienvenido. Agradeceré comentarios, notas explicativas y demás.


Llevo ya casi una semana aquí. En este tiempo me he sorprendido de muchas cosas y ellas solas ya darán para escribir varias historias. Por eso, para empezar, contaré lo que vi en el propio viaje hacia Holanda.

Volé con Iberia desde Madrid. La T4 siempre depara sorpresas y, tras cambiar la puerta de embarque una vez, finalmente entré en el avión. Un Airbus 321 (creo), pero Airbus, en definitiva. ¿Mal rollito...?

Iba casi lleno y la mayoría de los que viajaban en él eran, claramente, Holandeses. Aparte de porque hablaban con muchas kas y jotas, todos lucían su esplendoroso rubio platino, ojos azules y piel blanca. Además, altos y delgados, incluso desde pequeños. Por cierto, en mi vuelo viajaban un mogollón de niños; supongo que formarían un equipo de fútbol (todos igualmente uniformados con su chándal y con souvenirs del Barça). Y aquí me llevé mi primera sorpresa: eran muy educados. Al margen de que no paraban de moverse por los pasillos (al fin y al cabo son niños y estaban bastante separados unos de otros), ni uno se puso a hacer el ganso, todos recogieron sus asientos al marcharse (papeles, latas de refrescos, etc.) y, por supuesto, podían comunicarse en inglés con quien fuera. Ninguno de sus monitores tuvo que decirles que se comportaran. Jugaban con todos sus cacharros electrónicos, se arremolinaban en torno al que conseguía más puntos para ver su táctica, pero ni una sola voz más alta que otra.

En fin, todo esto para contar que, desde el primer momento, sentí que me dirigía a un país civilizado (sin desmerecer). ¿Podré mantener esta sensación pasado un tiempo?