sábado, 29 de agosto de 2009

Españoles en el mundo: Ámsterdam

Pauly ya apuntaba, en un comentario, que había visto el programa de TVE Españoles en el mundo, cuando vinieron a Ámsterdam. Si no has podido verlo, puedes pinchar aquí.

Casualmente, hoy lo han echado después del telediario y acabo de terminar de verlo en el canal internacional de TVE. Me he quedado con ganas de comentar unas cosillas.

Lo primero es que ¡reconozco varios sitios! Por ejemplo, cuando el ejecutivo de la bici va a recoger la suya, eso es el aparcamiento subterráneo de Station Zuid (o estación Sur). Está en pleno corazón financiero de Ámsterdam o WTC, como ya pudiste ver en un artículo anterior de este blog. O, cuando hablan del Barrio Rojo, muestran desde el barco un edificio con un elefante rosa... y yo sé dónde está. De hecho, un compañero de trabajo me recomendó un sitio para tomar café en un patio, a través de un callejón, justo en frente de ese edificio. Y luego me dijo que la empresa del elefante rosa tiene más locales por aquí y por allá... pero eso es otra historia.

Después, cuando van al museo de Van Gogh, resulta que la puerta está hasta los topes. ¡Mentira! Anda que no he pasado yo veces y estaba aquello desierto... Sin embargo, si se van a la plaza de los museos (Museumplein), ahí sí que hay siempre gente. De hecho, un día que pasé por allí, quise tomarme un batido en uno de los chiringos y el dependiente, en vez de "Hola" me dijo: "Si quieres pizza tendrás que esperar un buen rato...", porque se vio desbordado ante la avalancha de gente. Con esto confirmo lo que dicen en el reportaje al hablar de la iglesia reconvertida en oficinas, sobre los contrastes y la organización holandesa :-D.

Terminaré diciendo que me han dado mucha envida todos los "protagonistas" del reportaje, porque conocen muchas cosas de la ciudad... ¡y viven en auténticas gangas! ¿¡Dónde están esos alquileres de 200€!?

Y ahora, me voy a Ámsterdam en el tranvía 51. ¡Hasta la próxima!

miércoles, 26 de agosto de 2009

Nota rápida: yendo al trabajo

El pasado viernes tuve que devolverle la bici a su dueño y, mientras no vuelva de vacaciones o me compre una, tengo que ir andando al trabajo. Eso está bien, porque me permite dar un paseo de 25 minutos de buena mañana, que seguro que es saludable.

De camino al trabajo, hoy, he podido ver dos cosas:
  1. ¡Aquí los árboles los podan en agosto! No pude dejar de pensar que, si fuera en España, aparte de que sería en noviembre, los operarios cortarían las calles, formarían un atasco monumental y así los viandantes no correrían riesgos. Alguno de los jardineros, sin embargo, sufriría algún accidente laboral debido a que la empresa escatimaría en seguridad. Aquí, sin embargo, el operario de la grúa está perfectamente amarrado, mientras que a mí casi me cae medio árbol encima.
  2. Hoy debía de ser el primer día de clase para los chavales y había gente por todas partes; como cuando llueve y al caminar pisas un caracol tras otro. Casi me atropellan 3 bicicletas. La calle de mi trabajo es recta, muy larga y alberga un colegio. La marea de bicicletas en ambos sentidos en esa calle no tenía fin. He de reconocer que verlo desde dentro es espectacular

lunes, 24 de agosto de 2009

Semana en Maastricht

Sé que soy un bastardo por no haber actualizado el blog durante el fin de semana; o durante la propia semana, ya que estamos. Pero es que entre fiestas, copas y el cansancio... ¡me ha resultado del todo imposible! A continuación, a modo de compensación, viene una entrada de diario de verdad: la semana pasada día a día.

Escribo mientras anochece, en mi habitación. Ya me he remangado y tengo mis stroopwafels conmigo. Ten en cuenta que esto va a ser largo. Te recomiendo una iluminación apropiada, algo de beber (porque estoy al día y sé que estás pasando calor) y algo de picar. Allá vamos...

Día 1 - Domingo, 16 de agosto de 2009 Mi periplo hacia tierras sureñas comienza el domingo después de levantarme tarde porque el sábado había ido a un cumpleaños (sí, no te lo conté, pero es que esta semana ha sido intensa). Sin comer, tras desayunar tres rebanadas de pan con mantequilla y mermelada, con el estómago todavía preguntándose por qué había bebido cerveza la noche anterior, hago la maleta (había comprado una bolsa de deporte en el Decathlon). Unas cuantas camisetas, unos cuantos calcetines, gallumbos y mis dos pares de zapatillas. Hecho. Además, la mochila del portátil (la de los Cazafantasmas no le hace sombra). Me doy cuenta en el último momento de que el portátil es nuevo (sí, otra historia que no he contado, pero tengo las fotos del momento de desembalarlo), así que no tiene nada. Lo vuelvo a sacar de la bolsa, lo enciendo (Windows Vista tarda una era en arrancar) me descargo los códecs, un reproductor de pelis en condiciones, apago (Windows Vista tarda otra barbaridad en apagarse) y vuelvo a embalar. ¡Mierda! ¿De qué me sirven los códecs si no llevo nada para ver? Pues nada, volver a encender (las prisas no son buenas), pillar el disco duro externo, enchufarlo (Windows detecta nuevo dispositivo y te aguantas mientras instala los drivers), encontrar series susceptibles de acompañarme en esta ocasión, copiarlas al disco del portátil (Windows alterna el tiempo restante para la copia entre 12 y 21 minutos, aleatoriamente), apagar (de nuevo), meterlo en la mochila (de nuevo) y listo para salir. Son las 15:30; he quedado en la estación Bijlmer Arena con mi compañero de trabajo para ir en tren los dos desde allí hasta Maastricht.

Como ya adelanté en otra entrada, el sistema ferroviario Holandés es riguroso y confortable (desde mi punto de vista, y comparándolo con el español). Así que, sándwich de pollo en el kiosco + zumo de arándanos + billete de tren a Maastricht con descuento (todavía no sé por qué mi compañero puede tener descuento) = 21€, o algo así; de los cuales, 16€ son el billete. Pagará la empresa. Y sí, has leído bien: el billete se compra en el kiosco.

Llegamos a Utrecht, nos bajamos de ese tren y esperamos al siguiente. Misma vía, 5 minutos, todo correcto. En dos horas llegamos a Maastricht. Al salir de la estación nos ciega el sol. Seguimos la calle caminando de frente y llegamos al hotel Beaumont.

La habitación del hotel



Cuatro estrellas, 2 edificios, habitaciones que cuando entras no ves el final, 6 almohadas, otras tantas toallas, 2 albornoces, 2 edredones, pantalla de televisión TFT, cuarto de baño y cuarto de retrete independientes, nevera, champú, acondicionador, gel, mascarilla de algún tipo (no me interesaba demasiado) y lo mejor: una bandeja con 2 tazas del Ikea, un bol lleno de sobres de café Nespresso, saquitos de té, azúcar, leche en polvo y un calienta-leches, para usar a discreción. Impagable... y ya verás por qué.

Salimos del hotel en busca de algún lugar para cenar. Al atravesar el río Maas nos encontramos una especie de verbena típica holandesa. Se trata de un palco alzado en la esquina de una plaza, donde 2 hombres tocan algún instrumento musical y una mujer vestida de rojo canta canciones populares. Son más allá de las 17:00h y hay gente en la calle, ¿será posible? ¿En qué momento crucé una frontera? ¡Es otro país!

El río Maas




Tenemos hambre y ganas de ver la ciudad, así que tampoco nos paramos demasiado. Después de merodear un poco por el centro, barajar varios restaurantes y ver la plaza mayor (en la que se celebraba un campeonato de petanca) decidimos entrar a un restaurante griego que se llama Athena.

La plaza mayor, las iglesias y el campeonato de petanca




Hace cosa de un año yo estaba por Grecia y aún recuerdo ciertos platos, nombres y saludos. Desde aquí mando las gracias a una de mis amigas griegas por recordarme vía SMS lo que se me había olvidado). Tomé zatziki, moussakaa y yogur griego con miel. Muy rico todo. Y no caro.

Comida en el restaurante griego




De vuelta al hotel, la verbena ya ha acabado. Pero hay gente en los bares de la calle del hotel. ¿Será cierto lo que ven mis ojos? La semana promete... Además, nos encontramos un Tapas-Bar. Y una aborigen se ríe de mí por hacerle la foto al sitio, ¿será posible? Le pregunto qué pasa, se ríe, seguimos el chiste y... hasta ahí.

Día 2 - Lunes, 17 de agosto de 2009 Una voz muy aguda de mujer me indica por teléfono que esa es la llamada que solicité para despertarme. Me desea un buen día y cuelga. Me ducho y bajo a desayunar. Un buffet libre que incluye tostadas, mermeladas, fiambres, quesos, huevos fritos y cocidos, bacon, tomates a la plancha, zumo de naranja natural, helado, tarta de manzana, yogur, cereales, café, té, leche... Decido que lo haré temático y que cada día probaré un poco de cada. Hoy toca dulce: napolitanas, caracolas, tostadas...

Luego llega el mini bus que nos lleva hasta el centro de formación. En él vamos conociéndonos los 5 que iríamos al curso. Puedo empezar un chiste: "van 2 holandeses, un rumano, un alemán, un libanés y un español en un taxi y..."

El día pasa bien, el instructor es un tío español muy enrollao y explica bien. Pobre, nos tiene que padecer durante toda una semana... En el centro de formación tenemos máquinas de bebidas gratuitas y el curso lleva incluida la comida. Por cierto, la comida la hace una mujer de Barcelona que ha abierto un restaurante cerca de allí. Así que se come estupendamente.


Por la tarde, el mini bus nos lleva de nuevo al hotel. Quedamos, a las 18:00h en la recepción para ir a cenar. Al entrar en la habitación me han cambiado todas las toallas (solo había usado una), han recolocado las 6 almohadas que cuidadosamente había quitado de la cama la noche anterior para poder ocuparla yo y han vuelto a doblar los edredones. Nada, a desmantelar todo de nuevo. Me mosqueo.

Después de debatir, al final deciden que quieren ir al restaurante griego del que les he hablado. Hecho. Después, los holandeses descubren que se está preparando el inkom, o la semana en que llegan los estudiantes a Maastricht. Promete ser gordísima la fiesta. Bueno, pub por aquí, bar por allá, las 12:00h y al hotel.

Día 3 - Martes, 18 de agosto de 2009 Hoy me despierta otra mujer, con voz menos aguda que la de ayer. Igual de amable, por otra parte; mucho más agradable. Pero una hora antes. De nuevo desayuno, esta vez al estilo continental: huevos revueltos, bacon, tomate, huevo frito, tostadas y yogur.

Empieza a atosigar el calor. Se prevé una ola de calor durante toda la semana. Y yo con estos pelos. Solo había llevado unas bermudas y 3 jerseys, ¿quién se iba a imaginar tal cosa? Nada, sofoco en el mini bus, a las 9 pica el sol de mala manera, clase, comida, clase, mini bus, hotel.

Hago buenas migas ya con los holandeses y el alemán. Nos entendemos bien, vaya. Hacemos coñas... y organizamos la fiesta para la noche. Antes de irnos cada uno a su habitación a prepararnos, se nos une el profe. Nos vamos a tomar unas cañas. Luego nos deja y promete que al día siguiente se viene de fiesta.

Hay una fiesta con DJs y demás en la plaza delante del mercado. Investigando un poco me cuentan que en breves termina, pero que se traslada al Mecc, un edificio de la Universidad a tomar por saco del centro.

Esta vez vamos a cenar a un tailandés. Espero que puedas perdonar que no dé el nombre del plato que pedí... pero es que ni haciéndole una foto al menú sería capaz de reproducirlo.

La idea es ir adonde está la fiesta, pero los dos holandeses brujulean un poco y descubren que cuesta una pasta y que hay que coger un par de buses para llegar. No es plan, así que nos quedamos en la ciudad, que también hay fiesta. Un par de bailoteos aquí y allá y de nuevo vuelvo al hotel. Los holandeses se quedan por allí...

Día 4 - Miércoles, 19 de agosto de 2009 Hoy me despierta un hombre con la voz aguda. ¿Están buscando una escala de frecuencias aquí o qué? He tenido que dormir solo con la funda del edredón por encima porque el calor me despertó nadando en mi propio sudor durante la noche. Desayuno: tarta de manzana, napolitanas, una muestra de cada mermelada y requesón con miel.

Se incorpora un nuevo alumno al curso. Es inglés, aunque cualquiera al verlo diría que es chino. Puedo continuar el chiste: "... se sube al taxi un chino inglés apellidado Ng y..."

El sol no deja respirar y cada descanso es un suplicio salir a la calle. Pero se agradece el aire... ¿puro? Los holandeses no se quedaron anoche mucho más que yo, pero tienen los ojos vidriosos, rojos y prefieren que no les hablemos mucho...

Volvemos a la ciudad, vamos con el profesor a tomar algo a un bar que dice ser español (con sus boquerones, vinos, etc.), con un toldo con la marca Freixenet. Nos sentamos en la terraza y el camarero nos pide colaboración para su tesis. Necesita que le cubramos una encuesta sobre alojamientos y búsqueda de hoteles en internet. Negociamos con él que a cambio nos traiga una de aceitunas gratis. Fácil, los holandeses no están demasiado acostumbrados a regatear... pero si les tocas el bolsillo, saltan. Así que eso es todo lo que le sacamos.

Cenamos en un argentino... o eso dicen. Carísimo, aunque yo pedí costilla, que era "come tanto como puedas", así que mientras yo iba pelando huesos, ellos iban trayéndome más. Acabé a reventar. Y todavía no me he olvidado de los ojos de la camarera...

Luego café "argentino", cervecitas en un par de terrazas y, de camino al hotel, otra en un pub irlandés mientras vemos una actuación de rock en directo.

Día 5 - Jueves, 20 de agosto de 2009 Son las 4 de la mañana. Me despierto con algo pateándome el estómago. Creo que ese café mezclado con esas cervezas han discutido o algo... Me preparo un té de los que dejaron en la bandeja, luego otro y espero.

Me despierta el teléfono. Un barítono amateur...

¡Apenas noto nada en el estómago! Mano de santo las tisanas, oye. Nada, para no forzar, desayuno ligerito: un par de boles de yogur, con trozos de fruta natural recién troceada y tostadas.

Hoy sí que aprieta el sol. El problema además es que aquí no sube, se queda a media altura. Así que, aparte de calentar, ciega.

Llegamos de nuevo al hotel y estoy tan cansado por el calor, que me voy a la habitación. Me quedo dormido viendo los mundiales de atletismo a través de la BBC. Me despierto y llamo a los holandeses para ver dónde están. Ya han cenado. El ambiente está muy cargado y la tormenta no se hace esperar. Me voy al restaurante de la esquina. Otro argentino, pero mucho más simple. Todo muy bueno y la carne en su punto. Me uno después a los holandeses, nos tomamos una ligerita y luego vamos a dormir.

Día 6 - Viernes, 21 de agosto de 2009 Empieza el último día, pero he decidido que no quiero que me llamen. Me despierto por mi cuenta minutos antes de que suene la alarma del móvil.

Toca rehacer la maleta, para liberar la habitación. Meto mis cosas y parte de las del hotel (¡no puedo irme sin llevarme una toalla!). Y porque las almohadas son demasiado grandes, que si no... Nada, bajo a recepción, pido la factura, pago con mi tarjeta corporativa (sí, creo que eso tampoco lo había contado) los 500 y pico euros del ala y me voy a desayunar tan feliz. Helado y dulces de nuevo.

Nuestro profesor se ha puesto enfermo, así que el otro instructor que estaba por allí se tiene que dividir entre su curso y el nuestro. Hace mucho menos calor que el resto de los días, por lo que se está muy bien allí.

Al bajar al laboratorio vemos que está todo inundado. Tiramos de fregona, mopas y rollos de papel y al final queda inmaculado. Nos ahorramos el examen final y nos dan el diploma igualmente. ¿Quién no daría lo que fuera por fregar un cuarto entre 7 y sacarse así la asignatura de Física (o equivalente) de cualquier carrera? ;-)

Comida y bus de regreso al hotel, a recoger las maletas. Todo el mundo se va, bien al hotel a dormir (hubo alguno que se quedó un día más) o bien de vuelta a su casa. Yo, sin embargo, no quiero regresar todavía. Me vuelvo junto al río, me siento en la terraza de un bar y me tomo el último café al atardecer de Maastricht. Hay una brisilla suave que proporciona una temperatura muy agradable. Las barcazas pasan por el río silenciosas, los patos las esquivan con graciosos meneos de sus colas y la gente pasea, toca los timbres de sus bicicletas atravesando el puente y charla con sus vecinos. Yo hago balance.

He pasado la última semana en una ciudad asombrosa, cargada de historia. Existe desde los tiempos de los romanos. Está repleta de monumentos y sus calles dan fe de todo ello; empedradas, estrechas, con edificios modestos entre caserones de alta alcurnia. Dos iglesias enfrentadas en la plaza mayor, junto al Ayuntamiento y el bar más antiguo de la ciudad. En ella se forjó la Unión Europea. En ella se firmó el tratado gracias al cual yo puedo estar trabajando y viviendo aquí con un simple trámite administrativo. No necesito complicarme la vida cambiando divisas. He conocido gente estupenda, de la que no solo he aprendido mucho, sino que también creo haberles enseñado mucho. Y nos proponemos seguir manteniéndonos en contacto.

El último café en Maastricht





Esta semana he vuelto a traer cierto balance a mi vida. He estado con gente, he salido de fiesta, he conocido nuevas personas, me he imbuido en la cultura local, me he acercado a nuevos compañeros de trabajo... Creo que me va a costar olvidar todo esto. También sé que me va a costar repetirlo. Con todo, recomendaré visitar esta ciudad a cualquiera que me pregunte por ella. De verdad que es difícil irse defraudado... y eso que no hablo el idioma. Pero, según dicen todos, la gente del sur es diferente.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Saludos desde Maastricht

Saludos cordiales desde mi hotel en Maastricht. Me he venido hasta esta ciudad del sur de Holanda para seguir un curso de formación, por eso tengo acceso a internet un poco limitado.

¡Esto es completamente diferente a lo que he contado de Holanda hasta ahora! Esta ciudad, cargada de historia, es ahora feudo universitario y por todas partes, a todas horas, se ven estudiantes. Además, estos días hacen fiestas para celebrar el comienzo del curso... y están todos contentillos. Según parece, aquí es tradición pertenecer a un club/casa/hermandad que aquí llaman verenegingen. Cada una tiene propia camiseta, de un color (hemos visto: azul marino, rojo, amarillo y azul clarito). Sin embargo, nada que ver con Harry Potter: todos se arrejuntan y se lo pasan bien.

Seguiré informando...

viernes, 14 de agosto de 2009

Riberas del Amstel (3)

Como sigue haciendo bueno, he seguido acercándome hasta el río que da nombre a toda esta región.

He comprobado que lo del trapicheo ya debe de venir de antiguo, porque se puede ver en la estatua de la foto que pasar material ya lo hacían los abuelos de hace unos años.

Además, hoy dejo una foto de la marina de Uithoorn, que, como se puede ver, ya no estaba tan boyante como cuando fui la primera vez.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Nota rápida: entrevista de trabajo

Ayer me llamaron de una empresa de noruega para una entrevista. Me confirmaron que, en cuanto esté dispuesto a moverme hasta allí, me contratan.

martes, 11 de agosto de 2009

Paseando por el Amstel (2)

En una entrada anterior hablé de seguir la vera del río Amstel hasta Ámsterdam.

Hoy confirmo que sigo haciendo ejercicio. He pillado la bici y me he ido hacia el otro sentido del Amstel (lo que asumo que es río arriba, si es que en este país existe este concepto). De camino me he encontrado un pueblo muy típico (al menos, el estereotipo que tenía de Holanda antes de venir aquí, salvo por los tulipanes, los molinos y los zuecos) con bastante vida: casitas pequeñas llenas de flores diferentes, que ponen templetes en la carretera para vendértelas (como en Galicia las mujeres que venden grelos).

Y si tu jardín no tiene al menos un par de estatuas de animales (a saber, patos, gansos, garzas, cabras o caballos; si es que no tienes los propios animales y vivos), entonces no eres nadie. En la foto, la cabra es de verdad. Como puedes ver, no necesitas un hombre tocando un órgano eléctrico para que suba a un madero... En cualquier caso, lo que se ve en la foto no es el río, sino un canal paralelo, al otro lado de la carretera.

Decía que Uithoorn tiene vida porque me encontré las terrazas llenas de gente, parejas caminando por la orilla del río, personas mayores paseando perros, niños corriendo por allí... Tal vez influye que hay una marina llena de barcos atracados como si fueran turistas en Puerto Vanús, pero es bastante más dinamismo del que puedes encontrar en mi pueblo. También he visto una de las grandes barcazas navegando, que es la primera que veo por este río. Me llamó la atención que no había nadie en cubierta y que el único atisbo de vida a bordo era un hombre gordo en camiseta de manga sisa fumando agarrado al timón en el puente.

El caso es que todavía había claridad y seguí mi camino, hasta que llegué a un pueblo que se llama De Kwakel. Aunque por todas partes hay patos y fochas, no pude dejar de pensar que los holandeses, en su pragmatismo, habrían llamado así a este pueblo por la abundancia de patos...

domingo, 9 de agosto de 2009

Vivir en un barco

En Ámsterdam hay gente que vive en barcos en los canales, en vez de tener un edificio anclado con cimientos a un suelo arenoso...

Tampoco es que sea lo más habitual, pero muchos de los canales (los más anchos), están preparados para que se amarren barcos a ellos. De hecho, están divididos y numerados en parcelas, con sus tomas de electricidad, gas y agua.

No sé cómo andarán de precio esos ¿inmuebles?, ni cuánto habrá que pagar de impuestos ni nada, pero ayer me encontré uno a la venta (el cartel de la inmobiliaria dice te koop). ¿Te animas a venir y nos lo compramos a medias?

Está muy bien ubicado, en una zona tranquila pero a dos puentes del barrio rojo y al virar al este en la siguiente esquina, estás en pleno río Amstel.

Puedes aparcar el coche a pie de escalerilla y cuenta con terracita y amplio recibidor para aparcar las bicicletas.

viernes, 7 de agosto de 2009

Salir

Esta semana he salido dos veces a tomar algo con compañeros de trabajo. El sábado fui a Ámsterdam, a un bar que se llama El elefante verde (lamentablemente, no me acuerdo de su nombre en holandés), en el sur-este de la ciudad. Allí estuvimos sentados en una terraza, tomando unas copas y charlando, al lado de un canal. Mientras estábamos allí empezó a llover, paró, volvió a llover... lo normal, vaya. Y nadie se inmutaba. Por supuesto, nosotros tampoco.

Cuando le entró el hambre a uno de ellos, uno propuso un restaurante que se llama Manolo, situado en pleno centro, al lado de la estación central. Decía que lo conocía y que había comido bien otras veces en él, pero que quería saber si realmente aquello era típico. Así que allá fuimos y lo primero que me encontré al pasar la puerta fue la maqueta de la foto. Y sí, la comida era "a la española".

Pero no fue la primera sorpresa de la tarde/noche, porque resulta que ese día se celebraba el día del orgullo gay. Y aquí los desfiles son... ¡por los canales!. En vez de carrozas, engalanan los barcos, ponen altavoces a todo dar y se visten con camisetas rosas. Además, en varios rincones (ojo con los pensamientos), montaron pequeños palcos en los que tocaban música en directo y animaban al personal. La verdad es que era una fiesta con mucho movimiento (otra vez, ojo con los pensamientos) y todos (gays y no gays) se lo estaban pasando bien. Con todo, lo que para aquí constituye una aglomeración, tampoco es que llenara las calles demasiado. Nosotros solo atravesamos el cotarro para llegar al restaurante y no tuvimos que esperar a que nadie se apartara para poder pasar.


Con las coñas, y después del correspondiente paseo por el barrio rojo, al filo de la media noche nos fuimos a casa (cada uno a la suya). Yo pude coger el tranvía que todavía funcionaba así que aún no he probado los buses nocturnos.

Por otra parte, ayer salí por el pueblo donde vivo. Aparentemente, aquí las salidas (y no hablo de mujeres efusivas, sino del concepto de salir a tomar algo) consisten en ir a ocupar sitio en una terraza. No pasa nada, que con el calor que hizo ayer se aguantaba bien. Pero además, entre refresco y refresco, se cena, se arregla el mundo... Muy bien todo, vamos.

Lo mejor de todo fue que, para volver a casa, con mi contentillo, pude usar la bicicleta. ¡Qué gozada no tener que conducir!

miércoles, 5 de agosto de 2009

En bicicleta por el Amstel


Amstel, aparte de una cerveza, es el río que pasa por Ámsterdam (y que le da nombre a la ciudad, por cierto) y por donde yo vivo. En 5 minutos de bici llego a su orilla y, si la sigo (por supuesto, carril bici todo el tiempo), llego a Ámsterdam.

Hay pocos puentes que lo cruzan, y el que se ve en la foto es "levantable", de ahí las barreras que se ven. Paran el tráfico rodado y los peatones para que pasen los barcos. Aunque, como tampoco hay mucho tráfico fluvial de gran calado, todavía nunca he visto ninguno levantado.

Eso fue lo que ocurrió ayer: me puse a pedalear, y pedalear, y pedalear... y de repente me encontré con el cartel que indica el comienzo de la ciudad.

En la foto de la derecha, el río queda más a la derecha aún. Y bueno, lo de río es una forma cualquiera de llamar a un remanso de agua que no tiene corriente.

Cuando hace sol, los holandeses se apresuran como los lagartos a aprovecharlo. En ambas márgenes del río, se acumulan pescadores que remojan los gusanos en las frías aguas del Amstel. Me he enterado de que no está permitido capturar peces, así que solo hacen como Lorenzo Milá en Jara y Sedal: cuando pescan algo, lo admiran, le quitan el anzuelo y lo vuelven a echar al mar.

Está lleno de patos y fochas que viven felices sin que nadie los moleste. Las orillas están repletas de barcos pequeños. Entre ellos y tierra firme, solo unos embarcaderos de madera de lo más simple, con 2 pilares clavados en el fondo del río, sobre los que se apoya una plataforma que también se ancla a la orilla. Los que son un poco más grandes pueden acoger a una familia de pareja + 2 niños y allí se tumban al sol.

De vez en cuando pasan embarcaciones a remo o a motor y generan las únicas olas que los patos se apresuran a disfrutar.

Efectivamente, como se ve en la foto, en Holanda, definitivamente, existen los molinos. Aunque eso forma parte de otra entrada que estoy preparando. Para abrir boca, después de llegar hasta Ámsterdam (a lo tonto, se llega en 30 o 40 minutos pedaleando a mi ritmo), me acerqué hasta otro molino que está en la misma orilla que el que se ve en la foto de arriba. Mientras lo miraba, una familia que cenaba en su barquito insistió en que posara delante del molino para que saliera en una foto y no me pude negar. Así que, ya que está la foto hecha, ahí la dejo.

martes, 4 de agosto de 2009

Un mes ya... y celebración

Después de una semana vacía de contenido en el blog que no puedo justificar, he acumulado varias cosas que contar.

Sin embargo, hoy voy a escribir la entrada que debería haber publicado ayer... desde el trabajo. Porque ¡ya he cumplido un mes aquí! Y para celebrarlo, ayer decidieron dar tarta gratis a todos los empleados, y creo que a nivel mundial. Sí, sí, no es coña: ¡tarta para todo el mundo!

Bueno celebramos eso o bien que la empresa ha adquirido a otra y sus empleados ahora son nuestros compañeros... pero como lo dijeron en holandés, no me quedó muy claro.

Abundando un poco en el tema, ¿qué harías tú si, estando en el curro (o en cualquier lado, ya que nos ponemos a pensar), alguien te dice por megafonía que tienes tarta gratis en el hall? No te hagas el loco: bajarías corriendo a pillar cacho antes de que se acabe... por el mero hecho de ser gratis. ¡Pero aquí no! ¿Serán desagradecidos? ¡Todo el mundo se quedó en su sitio y siguió currando! Tuve que tirar de un par de compañeros para que me acompañaran. Lo extraño es que, cuando bajamos, había una cola kilométrica. ¿Habrían venido los trabajadores del vecindario?