miércoles, 5 de agosto de 2009

En bicicleta por el Amstel


Amstel, aparte de una cerveza, es el río que pasa por Ámsterdam (y que le da nombre a la ciudad, por cierto) y por donde yo vivo. En 5 minutos de bici llego a su orilla y, si la sigo (por supuesto, carril bici todo el tiempo), llego a Ámsterdam.

Hay pocos puentes que lo cruzan, y el que se ve en la foto es "levantable", de ahí las barreras que se ven. Paran el tráfico rodado y los peatones para que pasen los barcos. Aunque, como tampoco hay mucho tráfico fluvial de gran calado, todavía nunca he visto ninguno levantado.

Eso fue lo que ocurrió ayer: me puse a pedalear, y pedalear, y pedalear... y de repente me encontré con el cartel que indica el comienzo de la ciudad.

En la foto de la derecha, el río queda más a la derecha aún. Y bueno, lo de río es una forma cualquiera de llamar a un remanso de agua que no tiene corriente.

Cuando hace sol, los holandeses se apresuran como los lagartos a aprovecharlo. En ambas márgenes del río, se acumulan pescadores que remojan los gusanos en las frías aguas del Amstel. Me he enterado de que no está permitido capturar peces, así que solo hacen como Lorenzo Milá en Jara y Sedal: cuando pescan algo, lo admiran, le quitan el anzuelo y lo vuelven a echar al mar.

Está lleno de patos y fochas que viven felices sin que nadie los moleste. Las orillas están repletas de barcos pequeños. Entre ellos y tierra firme, solo unos embarcaderos de madera de lo más simple, con 2 pilares clavados en el fondo del río, sobre los que se apoya una plataforma que también se ancla a la orilla. Los que son un poco más grandes pueden acoger a una familia de pareja + 2 niños y allí se tumban al sol.

De vez en cuando pasan embarcaciones a remo o a motor y generan las únicas olas que los patos se apresuran a disfrutar.

Efectivamente, como se ve en la foto, en Holanda, definitivamente, existen los molinos. Aunque eso forma parte de otra entrada que estoy preparando. Para abrir boca, después de llegar hasta Ámsterdam (a lo tonto, se llega en 30 o 40 minutos pedaleando a mi ritmo), me acerqué hasta otro molino que está en la misma orilla que el que se ve en la foto de arriba. Mientras lo miraba, una familia que cenaba en su barquito insistió en que posara delante del molino para que saliera en una foto y no me pude negar. Así que, ya que está la foto hecha, ahí la dejo.

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