viernes, 24 de julio de 2009

Burocracia (2)

Una vez arreglado todo lo anterior, me faltaba por conseguir lo siguiente:
  1. móvil
  2. seguro médico
  3. registro en el Consulado
Sobre el móvil, puedes ver lo que pasó en una entrada anterior. Yo considero que no me fue mal, tampoco.

El Consulado de España fue totalmente diferente. También divertido, pero a la española :-D. Para empezar, lo normal es que los consulados, embajadas y demás estén relativamente cerca unos de otros en la ciudad (he de decir que no sé si ocurre esto en Ámsterdam, pero sí que es genérico en otras ciudades). Pero Spain is different y en Ámsterdam el Consulado se encuentra en un barrio no muy conocido, en un edificio antiguo, en una calle de integridad cuestionable. Por eso, decidí equiparme con lo mejor del mercado y busqué la dirección de correo electrónico. Sorprendentemente, fue fácil, sencillo y para toda la familia, de forma que, en media hora, me habían respondido y me habían dicho el horario de apertura y qué necesitaba presentar. ¿Se les habría pegado algo de Holanda a los funcionarios, después de todo?

En estas andaba yo, tratando de organizar la excursión al consulado:
  • fotos de carnet: pregunté a un compañero de curro y me mandó al Ayuntamiento; allí hay un fotomatón. Fui al día siguiente, al salir de trabajar.
  • pasaporte: lo llevo encima siempre
  • justificante de residencia: proponían contrato de trabajo, pero decidí improvisar y llevé también el padrón, no fuera a ser...
  • pedir horas en el trabajo: como el consulado solo abre de 9:00h a 14:00h, necesariamente tenía que pedir horas; después de seguir el procedimiento oportuno, también tenía permiso
Así que, después de planificar el viaje mediante la web de transporte público holandés (muy buenos, tanto la web como el transporte), hice el recorrido casa - plaza Leidseplein - Consulado. Solo necesité 1 autobús y 2 tranvías. Vamos, lo que viene a ser "estar a tiro de piedra", ¿no? Esto fue este miércoles.

Según llegué, la puerta, grande, de madera bastante cascada, cerrada a cal y canto. Al acercarme vi un "cartel" pequeño, hecho con un cartón sobre el que escribieron con boli bic negro, forrado con cinta adhesiva transparente para soportar las inclemencias. Rezaba "para entrar, empuje" y asumo que ponía lo mismo en holandés. No pude evitar una carcajada. Era volver a casa... Por cierto, ese mismo cartel, colocado estratégicamente en la cerradura, impedía que el cerrojo de la puerta hiciera su trabajo (tapando el agujero en el marco), manteniendo así abierta la entrada. Ingenioso, ¿eh?

Haciendo caso a la indicación, empujé, volví a colocar el cartelito como estaba, y me tuve que detener de nuevo. Un recibidor en el que el pie de Pau Gasol no cabe de ancho, te obligaba a iniciar instantáneamente el ascenso de 4 peldaños "protegidos" por un arco detector de metales que, según pasé con todo mi arsenal, se puso a pitar. Pero eso, que me paré ante el barullo. Como nadie salía a detenerme y/o registrarme y pude ver a través de un cristal que había un hombre al otro lado moviendo los labios, mirándome, que a la vez pasaba olímpicamente de mí, decidí invadir su despacho. Casualmente, era la recepción. Como estaba el hombre solo, le pregunté dónde podía inscribirme. Levantó la mano con la palma hacia abajo y la sacudió, sin mirarme, mientras pronunciaba algo en holandés para pedirme silencio y que esperara; estaba al teléfono. Seguía mirando a las escaleras. ¡Que ya no estoy allí, que estoy aquí! Pues nada, allí me quedé mirando al techo, al suelo, a los posters con fotos de... ¡Galicia! Todo de madera, todo antiguo (por no decir viejo). ¡Qué paciencia! Otro cartel, escrito en perfecto castellano, decía algo así como "Baño: solo para casos de extrema urgencia. Niños siempre acompañados por un adulto. Adultos, permanecerán el menor tiempo posible". Pedían comprensión ante esta medida, debido a cuestiones de seguridad. Allí el tiempo no pasaba y aquel señor seguía al teléfono. Al rato salió otro hombre de la "trastienda" y me preguntó lo que quería. ¿¡Será posible!?

Tras indicarme el camino hacia el sótano por unas escaleras, me encontré en una habitación forrada de mármol blanco (añadiré que oscurecido por el paso del tiempo... o la mugre) en cuyo centro una mesa de reuniones, múltiples sillas y un trío de personas conformaban todo el ambiente. A la izquierda, 3 ventanillas (no describiré los carteles hechos años ha con impresoras matriciales), de las que solo una parecía abierta, estaban custodiadas por un funcionario sin expresión en la cara, que decidió irse a su propia trastienda según entré y que no decidió atenderme hasta pasado otro largo rato. Muy amablemente y con 4 palabras, me entregó una tarjeta verde y una fotocopia de una fotocopia de una fotocopia... de un formulario. Asumí que debería rellenar ambos y entregárselos. Añadió que debía presentar lo que me habían anticipado por e-mail, más el DNI. Menos mal que siempre lo llevo encima. Como era de esperar, rellenar los datos no fue para nada fácil. Había que interpretar los encabezados, había que meter varios datos diferentes en un mismo campo... me costaba discernir entre lo que se refería a España y lo que se refería a Holanda... pero creo que lo hice bien. Al menos, cuando entregué todo, el hombre le echó una mirada (asumí que debía de leer muy rápido) y dio su aprobación.

Intenté expresarle mis sentimientos de culpabilidad por no haber llevado fotocopias de los documentos que me pedía ni las 2 fotos recortadas, pero, sorprendentemente, el señor se mostró muy servicial y sorprendido a un tiempo, diciéndome que ya las recortaría él y que ya hacía las fotocopias en ese momento. Pensé en echarme a llorar de la emoción. ¿Seguían pegándoseles las buenas cosas de los funcionarios holandeses? Cuando me devolvió mi pasaporte, mi DNI y mi certificado de empadronamiento (efectivamente, él dijo que usar eso era más fácil que el contrato de trabajo que me habían pedido por e-mail) me quedé esperando. Ante la perplejidad del funcionario decidí atajar la situación con un "¿no me va a dar un justificante de que he venido a hacer el trámite?". Respuesta: "No, ya nos encargamos nosotros". Mi mueca de dolor debió de ser un poema. Agaché las orejas y me fui. ¡Y yo que pensaba que iban a hacer las cosas bien...!

Y nada, supongo que estaré censado o algo. ¿Debo esperar una carta? ¿O a que venga el rey de visita a este país y así organicen un sarao y vea si me llega la invitación? ¿O a las próximas elecciones?

Pero bueno, en cuanto volví al trabajo, decidí atajar de una vez lo del seguro médico. Había enviado, hacía una semana, mi solicitud por correo tradicional a la aseguradora que tiene convenio con mi empresa. Como no había recibido respuesta, llamé al número de teléfono de información y me dijeron que no la habían recibido. Mala espina... Pregunté por un método alternativo para asegurarme y me dieron una dirección de e-mail. Aparentemente les llegó porque recibí una respuesta automática. Pero a día de hoy, todavía no sé nada. Llamaré el lunes otra vez. Creo que esto va a resultar más tedioso.

En cualquier caso, 5 de 6 tampoco es una mala estadística, ¿no?

Por cierto, que aquí es habitual que la gente tenga seguros de responsabilidad civil, de forma que, si tú haces daño a algo de alguien y te piden indemnización, tengas ese gasto asegurado. Y eso también se lo contraté al banco por 3€ al mes.

1 comentario:

  1. menuda vergüenza, ve escribiendo al Gobierno Español una carta para que cambien a sus funcionarios de ahí, que están demasiado habituados a los holandeses y no puede ser...

    ahora si.... vuelva usted mañana!

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